Los planteos del Partido Humanista[1] parten de la necesidad de libertad que experimentamos los seres humanos y sus propuestas apuntan a la transformación y superación social de la violencia que, en sus distintas formas, genera sufrimiento y contradicción en individuos y pueblos.

El ser humano tiene la capacidad de transformar al mundo y a sí mismo, gracias a la intencionalidad de su conciencia, avanzando y acumulando sus logros históricamente.

Nacemos en un medio social e histórico que impone las condiciones entre las que se desarrolla nuestra existencia y ante las que, necesariamente, debemos elegir. A su vez, esto genera nuevas condiciones que se experimentan con coherencia o contradicción.

La contradicción tiene su correlato personal en el registro de sufrimiento.

La contradicción social es producto de la violencia. Esta violencia se manifiesta en la acción de despojar de intención (y, por cierto, de libertad) al ser humano o a conjuntos humanos. La apropiación del todo social por una parte del mismo es violencia.

El sufrimiento personal y social debe ser superado modificando las situaciones de apropiación ilegítima y violenta que han producido contradicción en el mundo.

En el proceso de humanización creciente, el ser humano enfrenta su intencionalidad a lo natural y a lo social para transformar las condiciones que traen dolor y sufrimiento para sí y para otros seres humanos, con los cuales puede identificarse. Esta lucha da continuidad al proceso histórico y sentido al ser humano, ya que afirma su intencionalidad frente al sin-sentido y la opresión.

Esta intención que se rebela frente a la enfermedad, la desigualdad y la injusticia, contempla la rebelión frente a la muerte como máxima desobediencia frente al aparente destino natural, dando coherencia a la vida humana y permitiendo proyectar su libertad más allá de todo límite.

 

[1] Extraídas de las Tesis (ampliación de los principios), aprobadas por el 1º Congreso (Florencia 1989).

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