Urge una Acción Climática Colectiva

La humanidad se dirige hacia un colapso ecológico creado por el capitalismo

El próximo sábado 24 de octubre se conmemora en todo el mundo el Día Internacional contra el Cambio Climático, uno de los mayores desafíos a superar que enfrenta la humanidad.

El Cambio Climático es un fenómeno antrópico, esto es, producido por la actividad humana, como consecuencia de más de ciento cincuenta años de industrialización, extractivismo y un estilo de vida promovido desde los centros de poder donde el móvil principal ha sido el lucro.

Las cantidades de eliminación de gases de efecto invernadero se han incrementado en niveles nunca antes vistos. El más propagado, que representa dos tercios de todos los tipos de gas de efecto invernadero (GEI), es el dióxido de carbono, debido principalmente a la quema de combustible fósil (petróleo, carbón mineral o gas natural). A esto se suma el aumento de las represas, los cambios en los ciclos del nitrógeno y el fósforo y la drástica pérdida de biodiversidad. Exxon Mobil, Shell, British Petroleum y Chevron son algunas de las principales empresas emisoras de contaminantes.

Entre 1751 y 2010 solo noventa empresas fueron las responsables del 63% de las emisiones acumuladas de carbono. Actualmente Estados Unidos y China emiten el 40% de los GEI.

Los efectos del cambio climático afectan a todas las regiones del mundo; los daños principales se evidencian en la Criósfera con: la fusión del hielo marino en el Ártico, en la Antártida y en la capa de hielo en Groenlandia. En la biosfera se evidencia en la devastación de los bosques boreales, la selva amazónica, los arrecifes de coral de aguas cálidas, más el descongelamiento de la capa de suelo permanente congelado el permafrost y las alteraciones de las corrientes marinas atlánticas (entre el Caribe y el Sahara).

¿Y qué se ha hecho desde las cúpulas gubernamentales y multilaterales, a nivel mundial respecto al cambio climático? En 1988, casi 10 años después de la Primera Conferencia Mundial sobre el Clima realizada en Suecia, se creó el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). El grave accidente en Chernóbil, Ucrania en 1986 y las «mareas negras» en aguas de Alaska en 1989 provocada por derrames de buques petroleros como el Exxon Valdez generaron un punto de inflexión.

El IPCC y la Segunda Conferencia Mundial sobre el cambio climático propondrían un tratado mundial sobre el tema. Este ámbito junto a la Asamblea General de la ONU, avanzaron hacia una convención marco, adoptada en 1992 durante la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro denominada «Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático» (CMNUCC) que entró en vigor en 1994.

La declaración de Río fue un momento bisagra, ahí aparecen, nociones, compromisos, convenios sobre el clima, la biodiversidad y la desertización. Surgió una nueva ingeniería jurídica, que si bien erróneamente daba prioridad primero al desarrollo y el crecimiento económico y luego a la atención de lo ecológico, incluía dos principios esenciales para proteger el medio ambiente: los principios jurídicos de precaución y de prevención ausentes en los viejos códigos.

Entrada en vigor la CMNUCC, se celebró la Primera Conferencia de las Partes (COP) nacida como el órgano supremo de la Convención, con el objetivo de estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero (GEI).

Desde 1995 hasta hoy se han realizado veinticinco COP, una de las más esperanzadoras fue la tercera realizada en Japón, donde en 1997, 83 países firmaron y 46 ratificaron el Protocolo de Kyoto (hoy ratificado por 192 países, sin el acuerdo de USA desde 2001). Allí se fijaron los objetivos vinculantes para 37 países industrializados, que entre 2008 y 2012 debían reducir un 5% las emisiones de GEI, respecto al nivel de 1990. El protocolo fue legalmente vinculante para 30 países, los llamados países en desarrollo como China, India y Brasil aceptaron asumir sus responsabilidades, sin incluir objetivos de reducción de emisiones.
Los años pasaron y las sucesivas cumbres por el cambio climático fueron un fiasco, al mismo tiempo que el capitalismo en su versión neoliberal, radicalizaba su modo de producción depredador.

En el 2015, las partes de la CMNUCC alcanzaron un acuerdo denominado «histórico» con el objetivo de combatir el cambio climático y acelerar e intensificar las acciones y las inversiones necesarias para un futuro sostenible con bajas emisiones de carbono, conocido como Acuerdo de París. El acuerdo presenta omisiones imperdonables, como que el documento final no menciona palabras claves como » combustibles fósiles», «petróleo» y «carbón». Se omitieron las referencias a los derechos humanos y a las poblaciones indígenas, su carácter se definió como no vinculante, ha quedado en buenas intenciones sin compromisos concretos y verificables. Sectores altamente contaminantes como la aviación civil y el transporte marítimo quedaron fuera del acuerdo. Tampoco se afectaron las leyes del mercado financiero internacional especulativo. La última COP realizada en diciembre del año pasado en Madrid continuó con la seguidilla de fracasos, sin producir acuerdos y consensos.

El escenario mundial actual se desarrolla entre el negacionismo y la toma de conciencia y sus luchas. La primera categoría tiene actualmente notorios exponentes políticos como Donald Trump, Jair Bolsonaro o Scott Morrison, junto a ellos están amplios sectores ultraliberales, un puñado de científicos, las empresas petroleras y el sistema financiero especulativo.

Del otro lado está buena parte de la comunidad científica y un amplio espacio mundial plural, de organizaciones, movimientos, redes, con diferentes grados de desarrollo y alcance que denuncian la inacción y la complicidad de los gobiernos. Un buen número de ellas apuntan al tema de fondo «no hay que cambiar al clima, hay que superar el capitalismo».

Millones de personas trabajan en la construcción de alternativas viables como las ecoaldeas, las granjas sostenibles, la agroecología, en sintonía con el Buen Vivir planteado por numerosas culturas originarias que tienen mucho que aportar y enseñar en la convivencia con la naturaleza.

Las y los humanistas estamos claros que la solución al cambio climático pasa por la lucha colectiva contra el poder corporativo transnacional y no por el discurso mentiroso que dice que la responsabilidad por el colapso ecológico es del ser humano (y por ende de todas y cada una de las personas). El sistema impone la creencia de que el colectivo humano es el responsable del colapso ecológico y elude la verdadera responsabilidad que recae en una cruel minoría que impulsa una cultura materialista.

El planeta como ámbito mayor de coexistencia, necesita que la civilización consuma menos y mejor teniendo como criterios orientativos para eso, a todo lo necesario en salud, en educación y en calidad de vida.

Lo positivo es que está naciendo una nueva sensibilidad especialmente en las nuevas generaciones, cada vez hay más conciencia ecológica y comprensión de que hay que unirse para luchar por la justicia climática. Cada vez hay más apoyo para desarrollar tecnologías de energía limpia. Cada vez hay más personas dispuestas a organizarse para revertir el proceso del cambio climático y ponerle coto al ecocidio de las grandes corporaciones. Desde nuestra Federación sostenemos que no se pueden propiciar soluciones al cambio climático sin modificar de fondo el poder económico. Para eso es imprescindible y urgente construir como alternativa poder popular. Ese poder que está en la base social, muchas veces dormido en la comuna, el municipio, la alcaldía, el barrio. Un poder popular valiente, protagonista, constructor, empático con el semejante y con la vida. Un poder que derribe el muro capitalista que nos mantiene en la prehistoria humana, para eso es necesario en el sentido más amplio, la unión de todxs lxs humanistas del mundo.

Equipo de Coordinación Internacional

Partido Humanista Internacional

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