En los últimos años, los estados miembros de la Unión Europea están desmontando los sistemas públicos de salud y educación por dos motivos principales:

Primero, porque hay un incremento considerable de recursos públicos que se han dedicado a tapar los agujeros que han generado diversas empresas privadas, especialmente del sector financiero, y que el Estado ha contribuido a apuntalar. Esto se ha hecho a costa de las becas de los estudiantes, de los salarios de los profesores, de los recortes de personal, etc.  Los recortes han producido un deterioro insoportable en los sistemas públicos de salud y educación, que han empezado a expulsar a la gente del sistema: estudiantes de la universidad que pierden sus becas y abandonan los estudios por no poder pagar la matricula, inmigrantes a los que se niega el acceso a sus tratamientos médicos, pacientes que no pueden acceder a  la medicación que necesitan y tantos casos mas.

 Segundo, porque el deterioro de la salud y la educación públicas ofrece una oportunidad para hacer negocio a empresas con intereses en el sector. Son públicas y conocidas las vinculaciones de políticos con responsabilidades en la privatización de la salud con empresas del ramo, al igual que sucede en otros sectores como el energético o la industria armamentista. Asistimos a este espectáculo vergonzoso en el que se juega con la salud, la educación o las condiciones de vida de la población con el objetivo de que unos pocos hagan dinero de la manera más fácil y rápida posible.

Hasta ahora la Unión Europea promueve políticas de “austeridad” con el argumento de que la prioridad está en conseguir los adecuados indicadores macroeconómicos antes de que los beneficios de estos indicadores puedan revertir a la sociedad. De esta manera subordinan los derechos de todas y todos a las exigencias del poder financiero. Para los humanistas, al contrario de lo que sucede en la actualidad, asegurar una salud y educación públicas, gratuitas y de calidad deben ser la principal prioridad de las instituciones europeas y los complejos problemas económicos que sufrimos no se resolverán en tanto no se reordenen los recursos y se ajusten las prioridades orientándose hacia construir unos sistemas de salud y educación públicas, gratuitos y de calidad.

Estos derechos sociales deberían reconocerse en una nueva Constitución Europea, que al contrario de las actuales constituciones nacionales como la española, que garantizan el pago de la deuda por encima de cualquier consideración, declarasen que no hay nada por encima de la educación, la salud y el bienestar de los pueblos

Qué entendemos por educación y salud sería otro apartado que se aleja mucho de la visión mercantilista que predomina hoy en la Unión Europea. Para los humanistas, educar es básicamente habilitar a las nuevas generaciones en el ejercicio de una visión no ingenua de la realidad de manera que su mirada tenga en cuenta al mundo no como una supuesta realidad objetiva en sí misma, sino como el objeto de transformación al cual aplica el ser humano su acción.

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