El pueblo boliviano se hace cargo de su proceso

Entre la amenaza del régimen dictatorial y la esperanza

El próximo domingo 18 de octubre la sociedad boliviana decidirá por medio de elecciones generales el nombramiento del presidente, vicepresidente, 36 senadores y 130 diputados, los cuales son elegidos por mayoría simple o por sistema proporcional.

En el caso del presidente y vicepresidente deben alcanzar más del 50% de los votos válidamente emitidos o un mínimo del 40% con una diferencia del 10% frente a la segunda candidatura más votada, para que no sea necesario realizar una segunda vuelta electoral entre los dos candidatos más votados.

El anuncio de convocatoria de estas elecciones fue realizado 7​ horas antes de su renuncia  por el expresidente Evo Morales el 10 de noviembre de 2019 y fue ratificado por la presidenta interina Jeanine Áñez  diez días después mediante un proyecto de ley, en el cual llamó a elecciones y renovó por completo el Tribunal Supremo Electoral (TSE).

Este proceso electoral no culmina con unas elecciones de trámite en donde el pueblo elige nuevas autoridades, porque son producto de una crisis política en la que se termina perpetrando un golpe de Estado en noviembre de 2019, con una participación de la Organización de los Estados Americanos (OEA) organismo utilizado por EE.UU. como instrumento de manipulación a los países del resto del continente y con Luis Almagro a la cabecilla de tareas legitimadoras de la desestabilización y posterior golpe de Estado. Tan es así que la gran mayoría de los países de la comunidad internacional no ha reconocido como legítimo al gobierno interino y exigió que el proceso electoral se encauce de conformidad con las disposiciones de la Constitución y las leyes del Estado Plurinacional de Bolivia, restaurando de inmediato el Estado de derecho y respetando plenamente los derechos humanos y civiles de todos los habitantes.

Estas elecciones no son producto de una solución dialogada del conflicto. Todo lo contrario,  fueron producto primero por la acción desestabilizadora promovida por la oligarquía boliviana y luego por la ruptura de la convivencia pacífica donde el matonismo del gobierno interino racista y excluyente, que colocaron de manera irresponsable a todo el pueblo de Bolivia en una confrontación, que tuvo un alto costo en vidas humanas y que no escaló más allá gracias a la asertividad y capacidad del Movimiento al Socialismo (MAS) para comprender que las diferencias debían ser resueltas en elecciones democráticas y que no se debía hacerle el juego a los violentos.

En este ambiente preelectoral, Bolivia está cada vez más cerca de un régimen militar. Todas las actuaciones de la presidenta interina Añez se han caracterizado por su forma autoritaria, con abusos generalizados contra los derechos humanos, incluyendo restricciones a la libertad de expresión y detenciones arbitrarias, promoviendo el terror en la población ante la irrupción en las calles de la violencia fascista, racista, machista y clasista, retrasando las elecciones, con casos de corrupción en su equipo y una gestión de la pandemia desastrosa, lo que ha ahondado aún más la profunda división política, social y económica del país y la desconfianza ciudadana a su institucionalidad.

Hablar de Bolivia implica comprender a un país que tuvo un cambio en su propia concepción como nación de naciones en los 13 años y nueve meses en que estuvo Evo Morales en la Presidencia (durante tres períodos). Bolivia siempre tendrá un antes y un después de Evo Morales, primer presidente indígena del país, que realizó la refundación indígena del país, integrando a una mayoría postergada en sus derechos económicos, sociales y políticos.

Durante su presidencia Bolivia dejó de definirse como república, para pasar a ser un «Estado plurinacional» en el cual los diferentes pueblos conviven en igualdad de derechos. Este hecho histórico es un ejemplo para muchos otros países latinoamericanos, en donde los pueblos indígenas han sido marginados y sus culturas irrespetadas.

Evo Morales marcó una diferencia que se reflejó en el desarrollo y bienestar de su país. Cuando ganó la presidencia por primera vez en el 2006, según la CEPAL, el 80% de los bolivianos vivían en la pobreza y el 60% en la miseria, era el país más pobre de América Latina después de Haití. A su salida en el 2019 la situación se había revertido, la pobreza era ya de un 35% y la miseria de un 10%, el salario mínimo había subido un 500% y se habían creado numerosas industrias; la sanidad y la educación eran gratuitas y universales. Los indígenas bolivianos recuperaron sus derechos y cuando caminan por la acera y viene un blanco, no se tienen que bajar a la calle.

Durante los gobiernos de Evo Morales, la economía de Bolivia creció en promedio alrededor de un 4,9 % anual (según datos del Banco Mundial) y el bienestar también llegó a la población a través de muchos programas sociales, como la creación de una pensión mínima para todos los bolivianos (donde los ciudadanos mayores de 60 años perciben una paga mensual de alrededor de doscientos dólares), generó incentivos económicos para evitar el fracaso escolar y ayudas para reducir la mortalidad materno-infantil, contribuyendo a paliar la pobreza entre aquellos grupos sociales especialmente marginados.

Las y los humanistas siempre hemos acompañado el proceso llevado adelante por el MAS, siendo conscientes que la revolución social a la que apuntamos pasa por la toma del poder político para realizar las transformaciones del caso, pero la toma del poder no es un objetivo en sí. Evidentemente la dimensión humanizadora del proceso político boliviano ha contribuido a romper con una dinámica histórica corrupta de marginación y pobreza y le dio voz a los que no la tenían, permitiendo la inclusión, reduciendo la desigualdad y redistribuyendo la riqueza de forma más equitativa.

Evidentemente Bolivia ha sido golpeada por políticas imperialistas y oligárquicas que buscan recuperar sus espacios perdidos y poder hacer negocios con los enormes recursos minerales con que cuenta el país, como es el caso de las reservas de litio que son recursos geopolíticamente estratégicos. Ahora más que nunca, Bolivia necesita un nuevo motor económico, particularmente uno basado en la energía verde que utilice tecnologías de extracción de litio sostenibles.

Luis Arce, es candidato a la presidencia por el Movimiento al Socialismo – Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP). Fue el Ministro de Economía y Finanzas Públicas de Bolivia durante doce años del gobierno de Evo Morales y es quien debe hacerse cargo para que el revés que sufrió la democracia con el golpe de Estado no vuelva a ocurrir, para eso se deberá trabajar en el fortalecimiento de una institucionalidad que pasa por el respeto de la Constitución.

Las tareas políticas pendientes son muchas, como el fortalecimiento de la democracia y sus instituciones y reducir la desconfianza histórica de los bolivianos en sus instituciones políticas. Esto pasa por reformar el sistema judicial fortaleciendo su independencia y resolver problemas de eficiencia en el Estado, reducir los espacios a la corrupción, avanzar en la superación de las dificultades históricas de la cultura patriarcal y reconocer los derechos de la diversidad sexual y trabajar en lo económico por alcanzar un mayor valor agregado en la explotación de recursos energéticos para poder invertir en la mejora de los sistemas educativos y sanitarios.

Por ultimo debemos denunciar que el actual proceso  electoral está plagado de amenazas y manipulaciones de todo tipo. El régimen actual busca impedir  la votación de bolivianos en el extranjero, especialmente, en países como Argentina y Chile donde el MAS puede hacer una buena diferencia a su favor en votos.

Hay amenazas de que se movilizará a las fuerzas armadas, policía y grupos irregulares de paramilitares, en caso de que el MAS pretenda denunciar algún fraude con movilizaciones en las calles.

Esto ha colocado al pueblo boliviano, en una situación de incertidumbre y temor por los acontecimientos que puedan ocurrir incluso no estaría descartado un autogolpe de estado.

Por todo lo anterior, desde la Coordinación Internacional de la Federación de Partidos Humanistas, denunciamos la violencia estatal  que acompaña al proceso electoral y damos nuestro apoyo decidido al Movimiento al Socialismo (MAS), como la única opción que tiene el pueblo boliviano en estas circunstancias para salir de la dictadura que lo tiene sometido.

Equipo de Coordinación Internacional
    Partido Humanista Internacional

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